Por: Kajkoj Máximo Ba Tiul

América Latina está pasando un proceso de estancamiento y retroceso político. Por un lado la etapa de gobiernos progresistas como que está llegando a su fin o por lo menos están queriendo dar paso a otros momentos menos revolucionarios, por decirlo de alguna forma y por el otro, movimientos sociales que se habían fortalecidos con los foros sociales mundiales, regionales o continentales, están también en un claro estancamiento, enredados en agendas institucionalistas y neoliberales impuestos por Estados Unidos y la Unión Europea y asumidos consciente o inconscientemente dentro de las luchas sociales, como en Guatemala, con las movilizaciones contra la corrupción e impunidad, que dio paso a un sector denominado “anti política” o los “nuevos políticos”, que ahora pretenden constituirse como partidos políticos como: Movimiento Semilla, Alianza Ciudadana, Movimiento Pueblo, entre otros.

Las movilizaciones en Honduras desde el 2009, contra el golpe de Estado y ahora en contra del fraude electoral, así como en Argentinalas, contra las políticas de Macri, en Perú en contra de las políticas de Kushinki, las movilizaciones en Chile en contra del modelo educativo de Bachelet, el movimiento social en Ecuador, que terminó con el correismo y da paso a una vertiente neoliberal de Alianza Pais con Lenin Moreno, que tiene sin rumbo al Ecuador,  el control hacia los movimientos sociales en Nicaragua por el gobierno de Ortega y Murillo y el movimiento político del madurismo, que hace algunos días lograron ganar más de 300 municipios en Venezuela, el posible regreso de Lula en el gobierno de Brasil; la movilización mexicana alrededor de AMLO y el partido MORENA y la propuesta política del EZLN con Marichuy, la reforma para la reelección de Evo Morales en Bolivia.

Son datos que nos pueden servir de referencia, para comprender por donde pueden estar las propuestas políticas organizativas en el continente, que aunque puedan percibirse como el desarrollo de movimiento sociales revolucionarios de izquierda, son una mezcla de actores, a excepción del EZLN que debe analizarse desde otra óptica, y que han asumido como la única forma de transformar la situación de los países, es llegar al gobierno a través de elecciones populares, aunque estas estén condicionadas por las políticas del imperialismo norteamericano, como pasa en Honduras.

Cuando los movimientos sociales o sectores de los movimientos sociales se constituyen en partidos políticos, están haciendo valer su derecho a elegir y ser electos, pero a la vez están reconociendo como el único sistema válido a la “democracia representativa”, la misma que es asumida por la derecha como la única forma para llegar a gobernar el país, de esa cuenta, los movimientos que en su discurso proponen la refundación o la fundación del Estado, tendrán serios obstáculos para llegar a gobernar, sobre todo cuando las elites que durante muchos años han utilizado su  modelo de Estado y su sistema democrático para controlar a los pueblos, no han sido desplazados, además se fortalecen con elites militares, religiosas y del crimen organizado, quienes controlan no solo el mercado sino también la forma de hacer política como es el caso de Guatemala y de la región centroamericana.

Es un reto para los movimientos sociales, pensar en la dualidad, “reforma o revolución”, dependiendo cuál será su inclinación política, así estarán organizando sus cuadros y sus bases y además pensando en la temporalidad de sus acciones, aunque se debe aclarar que para los cambios no existen tiempos limites, sino puntuales, pero dependerá de la claridad que se tenga sobre el proyecto a futuro.

Por eso, volviendo al caso de nuestro país y utilizando como referencia lo que pasa en el continente, seguimos pensando que las movilizaciones que se generaron al calor de la demanda anticorrupción y anti impunidad, como que están llegando a su fin, sobre todo, cuando nos estamos acercando a un tiempo de campaña electoral, en donde grupos que se constituyeron para este momento político, están siendo desmovilizados para agenciarse de adeptos y constituir su instrumento político, sin tener claro el proyecto político, que requiere nuestro  país.

De allí que, no necesariamente porque tal o cual movimiento está dirigido por intelectuales, académicos, ex combatientes, anticorrupción, etcétera, pueda dar como sentado que es el movimiento ideal para hacer cambios profundos, porque no solo son las personas o la preparación de las personas, las que está en juego, sino si su ideario político responde a los derechos y necesidades de los más empobrecido del país, que son quienes  al final los que cargan sobre sus hombros los más duros problemas de la pobreza, la salud, educación, alimentación, vivienda y tierra.

Hemos insistido siempre, que aunque tenemos claro que unos de las enfermedades crónicas de nuestro Estado y la sociedad es la corrupción y la impunidad, pero no terminaremos con ella, solo llegando al gobierno, si no, estamos claros que la situación es estructural y que requiere no solo de un equipo maduro y no corrupto, sino también de un proyecto político que tome como principio fundamental, que el país no cambiará para nada, si no hay compromisos claros para resolver problemas, como lo de la tierra, los bienes naturales, el territorio, que son al final los medios de producción para que las familias pueden vivir libres y alegres.

Los proyectos refundacionales, sino se articulan sobre los problemas anteriormente mencionados, solo serán igual maquillajes y buenas intenciones y que igualmente pueden manipularse o desbaratarse como el modelo de la revolución ciudadana de Ecuador, que hoy está teniendo serios tropiezos, aunque se logró reconocer a los pueblos bajos los mismos derechos, pero sin resolver el problema de la territorialidad, situación que ha logrado de alguna manera resolver el gobierno de Evo Morales.  Igual situación está pasando en Argentina, Chile, Honduras, cuando se demanda derechos de pueblos indígenas.

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