#Opinión – Rigoberto Quemé – Maya-K’iche’ de Quetzaltenango.

Siempre ha sido común, para muchas personas y organizaciones indígenas, acercarse, aliarse y trabajar, con un discurso de reivindicación de los Derechos de los pueblos, para los partidos políticos y al final de cada proceso electoral, por lo menos desde 1985, nada de nada: solo pequeños, débiles e insignificantes espacios personales y colectivos en el gobierno de turno.

Los indígenas que navegan en la politiquería de los partidos políticos, ponen como bandera su condición y apariencia indígena. Con discursos que apelan a las precarias condiciones de vida, que desde 1524, sufren los pueblos, logran insertarse en el nivel de gobierno intermedio para abajo, no los niveles altos del ejecutivo, del legislativo y del organismo judicial. Tampoco en la conducción y dirección de los partidos. Esa lógica discriminatoria del ejercicio del poder es de largo tiempo, crea el espacio que Charles Hale, llama de los “indios permitidos”. Son aquellos inofensivos al poder constituido. Los verdaderos luchadores sociales, que cuestionan al Estado Colonial no son llamados a puestos burocráticos, al contrario, son perseguidos y criminalizadas sus luchas.

Los que han llegado a formar esta burocracia indígena politiquera, justifican que desde adentro se puede cambiar el Estado. Planteamiento que en apariencia puede ser verdadero, sin embargo, a la hora de ejercer los pequeños cargos públicos se ven anulados completamente por falta de capacidad técnico-política, por ausencia de fortaleza y valor para enfrentar al sistema colonial dominante o por no tener ninguna base social y política que los respalde, legitime y apoye.

Es la multiculturalidad del Estado, la que da un brochazo a su rostro racista, aparentando inclusión de los pueblos indígenas. El Estado sigue siendo monocultural, donde lo pigmentocracia blanca es la que gobierna desde hace 5 siglos y los ladinos/mestizos son sus operadores. Tampoco estos son de la élite dominante, solo servidumbre política.

Los sucesivos gobiernos, dentro de sus planes de gobierno algunos, incluyen el tema indígena, pero en la práctica se caracterizan por un total olvido y exclusión de la diversidad cultural del país. Este gobierno, llamado de Giamattei, no es diferente. Los militares más conservadores lo rodean. Los indígenas ausentes de importantes cargos de gobierno, salvo algunos puestos secundarios o terciarios, que son simplemente de relleno. La clase politiquera, está al servicio de los planes del gobierno de turno, que no lo elaboró Giamattei, sino los verdaderos poderes de Guatemala: la elite económica aglutinada en el CACIF, cuyos representantes ocupan importantes ministerios, los que conducen la política económica neoliberal.

Prueba de ello, son las 50 metas trazadas por el gobierno para los próximos 4 años, cuyo eje económico pretende aumentar el producto interno bruto, no a la distribución de los mismos de manera democrática u orientada a pueblos, jóvenes y mujeres. Los bancos, las aseguradoras, los ranking económicos son las metas más visibles y para los agricultores un pequeño aporte para un seguro agrícola que lo manejará uno de los ministerios más clasistas y racistas, el MAGA.

En el eje de desarrollo social, aparece el aumento de la cobertura educativa; aumentar un poco las familias beneficiadas con las transferencias monetarias, siempre manejadas por el MAGA, pero nada de la educación bilingüe intercultural.

Eso sí, en los 340 municipios se crearán organizaciones de prevención y auto protección, obligación que indudablemente recaerá en las comunidades indígenas, y no en los centros urbanos, recordando la creación de las patrullas de defensa civil.

Dentro de las metas no se incluye detener la minería, ni respetar las consultas que marca el Convenio 169, ni atender migrantes, ni la desnutrición, mucho menos el desarrollo rural.

¿Estarán conscientes de esta exclusión los indígenas que ocuparán puestos intrascendentes en el actual gobierno? ¿Cuál será la posición de los diputados de izquierda e indígenas? ¿actuarán articulados con sectores progresistas o seguirán por la senda del individualismo?

Esperemos con ojo crítico lo que vendrá con la clásica política del Estado de ¡no a los pueblos indígenas!