Carolina Rivas

#BúsquedaDePersonasDesaparecidas.

Uno a uno eran trasladados a través de una cadena humana, sumaban 172 y regresaban del lugar donde les fue arrebatado su último aliento. El lugar que en los años 80 significó llanto, tortura, dolor y muerte, es ahora un lugar digno, de memoria.

“Aquí quedaran los huesos de la impunidad, los huesos de la esperanza porque algún día pueda la ciencia apoyar para darles nombre y apellido. Gracias por la sangre derramadas, porque en cada gota de sangre brilló una lucha por la justicia, porque en cada lagrima derramada germinó mucha esperanza para derrumbar la impunidad y que el genocidio pueda ser juzgado”

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A pesar de los esfuerzos y la ciencia, aun nadie conoce sus nombres, poco se conoce de su historia, de su familia o si alguien les busca y espera con ansias.

Las investigaciones de la Fundación de Antropología Forense y la memoria colectiva han reconstruido la verdad: fueron retenidos, torturados y desaparecidos por el ejército de Guatemala, que en los años 80 masacró a miles de indígenas guatemaltecos.

“Las personas de CONAVIGUA, pensaron que todos sus familiares están ahí. Rápidamente nos dimos cuenta que no estábamos seguros de donde estaban los restos, que habían muchas fosas comunes y que efectivamente existió ocupación del ejército”

Expresaba Fredy Piccerelli, director de FAFG, institución que dirigió las investigaciones en el antiguo destacamento militar de Comalapa, ubicado a 75 kilómetros al occidente de la ciudad de Guatemala.

El destacamento era señalado por las y los sobrevivientes como el lugar a donde se llevaron a sus familiares, a quienes jamás volvieron a ver.

“Ahí se llevaron a mi hijo” relata Don Teodoro Chech, un anciano kaqchikel que ha dedicado su vida a la búsqueda de los desaparecidos  y a mantener viva la historia, de la que el mismo fue parte.

“Me llevaron con rumbo desconocido, estando allá me quitaron la vendas y era la zona militar de Chimaltenango, estuve 35 días. Por eso cuando empezó la exhumación, a mí me buscaban y como tenía un hijo desaparecido me fui a trabajar ahí” recuerda.

Iniciar el proceso de búsqueda no fue una tarea fácil. Hasta el año 2000, el terreno continuaba en manos del ejército. Fueron las valientes abuelas de Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala, CONAVIGUA, quienes se atrevieron a iniciar el trámite legal y apoyar con sus propias manos a buscar a los suyos, así lo recuerda Rosalina Tuyuc.

“Teníamos mucha fe de que nuestros familiares estaban enterrados. Con la firma de los acuerdos de paz, nos atrevemos a pedir la exhumación,  habían días que solo a las mujeres nos tocaba agarrar el azadón para encontrar a nuestros familiares”, relató.

Se necesitaron más de dos años de trabajo y 1560 trincheras para recuperar las osamentas de 220 personas, de las cuales solo 48 pudieron ser identificadas.

Las osamentas, en su mayoría se encontraron distribuidas en 37 fosas comunes, fue en ese momento cuando los huesos empezaron a hablar.

Los hombres, mujeres y niños llevados a ese destacamento militar estaban amarrados de pies y manos, algunos murieron debido a fuertes golpes, otros fueron ejecutados con arma de fuego.

“Nosotros estábamos acostumbrados a trabajar casos de masacres, donde usualmente las familias entierran los cuerpos. En este caso mirábamos desorden, no mirábamos respeto, ni los patrones funerarios. Eso nos indicaba que posiblemente los perpetradores los enterraron” indica Piccerelli

Además se encontraron osamentas con impactos de arma de fuego o con lazos sobre el cuello y las muñecas, además de  vendas en los ojos. Todo muestra de que “Las personas no se podían defender, estaban sujetas contra su voluntad antes de su muerte”

Ahora no quedan dudas, el destacamento militar de San Juan Comalapa, fue una “Instalación de la muerte”, tal como lo describe Aquiles Linares, hermano de Saúl Linares, una de las víctimas identificadas.

“Fueron sometidos  a salvajes e inimaginables torturas que los condujeron a la muerte, no todos eran militantes revolucionarios o colaboradores. Cientos de mujeres y hombres fueron capturados y asesinados y sus cuerpos lanzados a fosas comunes como las encontradas en Comalapa. Ese hecho lo puedo afirmar, en este terreno nueve compañeros fueron identificados (víctimas del diario militar)” expresó.

Tras años de lucha, CONAVIGUA adquirió una pequeña parte del terreno y tomó el reto de convertirlo en un lugar de memoria para que este fuera la casa de los 172 aun no identificados, así lo pidieron ellos expresa las abuelas, quienes retarán como a través de los sueños los muertos les hablaban.

El sueño se logró este 21 de junio, día nacional contra la desaparición forzada. Una carroza fúnebre trasladó las 172 osamentas de la ciudad capital al último lugar que los vio con vida: Comalapa, ahí serán nuevamente libres.

Rosalina Tuyuc relata la importancia de otorgarles un entierro digno “Tal vez sean huesos, pero cada uno de ellos tenía sueños, eran grandes pensados, constructores, lideres, cooperativistas. Cuando fueron llevados al destacamento llegaron con violencia y odio, hoy nos toca sepultarlos con libertad, libre de ataduras”

Con el avance de la ciencia se espera que algún día los 172 puedan ser devueltos a sus familias, pero por ahora serán resguardados por las abuelas de CONAVIGUA y el pueblo entero de Comalapa, que por dos días les acompaño, camino a su lado y les brindó el entierro digno que antes les fue arrebatado.

Que el corazón del cielo, corazón de la tierra les reciba, que sean libres y obtengan paz, mucha paz.

Los esfuerzos por recuperar los cuerpos se realizaron por parte de la comunidad y organizaciones, con nulo apoyo estatal. Estas personas fueron torturadas, asesinadas y arrojadas en fosas comunes por el Ejército de Guatemala y sólo 48 pudieron ser identificadas.

La víctima uno fue finalmente inhumada en «Paisajes de la Memoria» lugar que en los 80 sirvió para torturar y masacrar a la población, pues ahí funcionaba el destacamento militar de Comalapa. Ahora ya no es un lugar de muerte o tortura, sobrevivientes lo convirtieron en un lugar de dignidad y memoria.