#Opinión | Carlos Ernesto Cano – Festivales Solidarios.

En Guatemala el cultivo de palma de aceite representa aproximadamente el 2.2% del área total agríco­la cultivable. Hasta finales del 2017, la Gremial de Palmicultores de Guatemala contabilizó 165,510.53 hectáreas de cultivo de palma de aceite en el país.

En las distintas páginas informativas que publicitan el cultivo de la palma aceitera, la venden y pro­mocionan como una panacea para que el país salga de la miseria y de la pobreza extrema. La palma aceitera se ha convertido -junto al cultivo de banano, hule, café y otros monocultivos- en una de las in­dustrias más rezagadas en todo sentido: desde la concepción de la tecnificación e investigación cien­tífica, hasta la vulneración de los derechos laborales y, sobre todo, la violencia que los empresarios de la palma ejercen en contra de trabajadores y defensores del territorio y los derechos humanos.[1]

“Entre 2006 y 2017, según imágenes satelitales, se perdieron 164 kilómetros cuadrados de bosque al noreste de Guatemala, en la frontera con Petén, en uno de los corredores biológi­cos que conduce hasta la Reserva de la Biósfera Maya”[2]

Al hablar de prisión, cárcel o penitenciaría entendemos, por lo general, que nos referimos a una “ins­titución” autorizada por el gobierno para encarcelar a las personas consideradas como autores de un delito determinado por la “ley”. En este caso también se puede incluir a las comunidades ente­ras que quedan “encerradas” por la expansión del monocultivo. Pero este encierro es provocado y promovido por las empresas que pretenden abarcar más tierra para el cultivo de la palma aceitera (y otros monocultivos) al obligar a las comunidades e individuos a vender sus parcelas para la siembra del monocultivo. Pero el encierro no sólo significa la parte material y de movilidad, también es un encierro natural: al reducir la biodiversidad a una sola planta, el ecosistema se quiebra y se modela de tal forma que la siembra de palma se convierte con el paso de los años en un “muro verde” de líneas rectas, horizontales y verticales.

Por ejemplo, la Franja Transversal del Norte es el área más reciente en perder cobertura boscosa en Guatemala, producto de los cultivos de palma africana. A partir de un análisis realizado por el Centro de Estudios Conservacionistas (CECON) de la Universidad de San Carlos y tomando como base varias imágenes satelitales -una de 2006 y otra de 2017-, se ha podido establecer que de los 1,670 kilómetros cuadrados de bosques nativos que existían —en parte de Chisec, Raxruhá en Alta Verapaz y Sayaxché, Petén— ya se han perdido 164 kilómetros cuadrados. Estos fueron reemplazados, casi en su totalidad, por monocultivos de palma africana. Hablamos de un espacio comparable con 64 campos de fútbol.

Conociendo estos datos no podemos perder de vista que, más allá de las estadísticas, lo que sucede con la expansión de los muros verdes es la pérdida del equilibrio natural. Un ecosistema se ve afecta­do al perder su diversidad desde el punto de vista biológico y natural, ya que el encierro verde no sólo afecta a personas y comunidades, sino de igual forma a la diversidad animal y botánica que radica en los bosques primarios y selvas que caracterizan a la región.

En los últimos años se ha incrementado el discurso y la praxis sobre la sostenibilidad ecológica a par­tir del “capitalismo verde”, también llamado “capitalismo ecológico”. Se trata, más bien, de un oxímo­ron, ya que ningún modelo económico -cuya base filosófica y angular sea la depredación y acumulación de recursos- puede ser sostenible y mucho menos ecológico. Durante el auge de este nuevo modelo de expolio en el país y la región, la prisión política (el muro de concreto) ha tomado fuerza afectando no solo a las comunidades rodeadas del muro verde sino también a líderes, lideresas y personas defenso­ras del medio ambiente. Ellas son las que sufren este doble encierro de la cárcel verde y el de la cárcel de concreto, impulsado por las empresas de monocultivos y el mismo Estado.

[1]

https://festivalesso­lidarios.medium.com/ la-criminalizaci%­C3%B3n-para-los-pue­blos-ind%C3%ADge­nas-en-guatemala-en-me­dio-de-la-crisis-del-co­vid19-no-1737b818956

 

[2]

https://es.mongabay. com/2017/11/palma-africa­na-sigue-devastando-bos­ques-de-guatemala/