#Editorial | 04/07/2025
Decir que hablar un idioma maya es una falta de respeto no solo refleja una profunda ignorancia, sino también el escaso interés de amplios sectores de la sociedad por comprender y respetar a los pueblos originarios. Es aún más decepcionante que comentarios como estos provengan de funcionarios públicos en pleno siglo XXI. Funcionarios cuyo trabajo es legislar y fiscalizar los bienes públicos.
¿Qué se puede esperar de quienes creen que el español es el único idioma válido en Guatemala? ¿Qué se puede esperar de autoridades que ignoran la ley o, peor aún, consideran que ejercer un derecho legal es una provocación?
Desde mayo de 2003, Guatemala cuenta con una Ley de Idiomas Nacionales (Decreto 19-2003) que garantiza y obliga a todas las instituciones del Estado a brindar atención y servicios en los idiomas mayas, xinka y garífuna. Esta legislación no es un favor ni una concesión: es un derecho que reconoce la riqueza lingüística y cultural del país y que busca asegurar el acceso igualitario a servicios públicos, justicia, educación y salud para todos los pueblos.
No podemos seguir tolerando prácticas ni discursos racistas que pretenden silenciar nuestros idiomas. Hablar y escribir en idiomas originarios es un derecho universal. Son nuestros. Nos pertenecen. Son herencia viva de nuestros abuelos y abuelas, expresiones milenarias que siguen latiendo con fuerza en cada palabra pronunciada desde nuestras comunidades.
Nuestros idiomas no son solo medios de comunicación; son portadores de cosmovisiones, saberes ancestrales, memorias colectivas y formas propias de entender el mundo. Hablarlos no nos hace menos ciudadanos. Hablar un idioma maya es un acto de fortaleza y dignidad cultural.
Lamentablemente, quienes hoy legislan o administran justicia muchas veces desconocen o ignoran a conveniencia los derechos fundamentales de los pueblos originarios, consagrados tanto en nuestra Constitución como en convenios internacionales ratificados por el Estado.
Por eso, hoy más que nunca, reafirmamos:
Hablar un idioma maya es un acto de amor propio, un derecho irrenunciable y una forma legítima de ejercer ciudadanía. Porque la verdadera democracia no se construye desde el desprecio, sino desde el reconocimiento y la justicia lingüística.


