Algunos apuntes desde la antropología

#Opinión | Carlos Ernesto Cano – Festivales Solidarios

La ciencia antropológica se ha caracterizado por promover, difundir y normalizar el uso de categorías dicotómicas, tales como: privado/público, occidente/oriente, urbano/rural, ladino/indígena, lugar/no-lugar, clase baja/clase alta, sano/enfermo, aséptico/infeccioso, entre otras. Estas dos últimas dicotomías son las que nos atañen en este preciso momento histórico, sobre todo por la pandemia que avanza en el mundo, una gripe que surge de un tipo de coronavirus llamada Covid19, virus que se esparce a la velocidad de las conexiones modernas y que trasciende las fronteras humanas, esto gracias a la hiperconectividad en la que vivimos actualmente, entiéndase vías de comunicaciones aéreas, terrestres, etc.

Luego del aparecimiento del primer contagio de Covid19 hace dos meses y permanecer por más de 60 días en aislamiento social en Guatemala a causa de la pandemia global (obligado, ya que existe en el país un toque de queda que dura 12 horas impuesto por el gobierno central), para quienes pueden aislarse de alguna u otra forma y si las condiciones económicas lo permiten, pero también se empiezan a evidenciar y mostrar las verdaderas caras de una sociedad piramidal y que es regida por las leyes económicas más saqueadoras y nos muestra la desigualdad por todas partes, otro síntoma del capitalismo. Cada día que avanza salen a las calles más y más “banderas blancas” , ya no sólo están en los guetos, están saliendo de sus oscuros barrancos de miseria y pobreza a los cuales han sido marginados y se encuentran con esa clase media que va protegida desde su vehículo, a manera de burbuja de seguridad sanitizada, burbuja que desde hace años es habitada por esas personas que se niegan a viajar (el otro camino sería exigir un transporte público digno) en los “buses” de trasporte urbano en la metrópoli y se evidencia que la distancia o brecha social se exacerba en momentos como éste, porque son esas clases bajas las que utilizan el obsoleto y podrido sistema de transporte público de pasajeros que por el momento, está detenido y por ende la movilidad de las clases bajas, también está detenida y detenida su economía para ganarse el sustento. Desde luego se evidencia la falta de transparencia del gobierno en cuanto al manejo de la crisis sanitaria, de igual forma las personas están siendo sometidas, constantemente a un bombardeo mediático a cuenta gotas y sobre todo, se manifiestan y endurecen los controles de vigilancia gubernamentales y privados. Los gobiernos, las comisarías de las corporaciones, están siendo fortalecidos.

Vigilancia, control, miedo y desconfianza…

En los últimos días hemos visto en países asiáticos el uso de “perros robots” para controlar y vigilar el denominado “distanciamiento social” en los parques y áreas de uso común para la gente. Esta nueva práctica de control pareciera, será replicada en varios países, al igual que la utilizada en China para controlar la cantidad de veces que una persona ha estado fuera de su casa, esto a través de una serie de cámaras con la tecnología del reconocimiento facial y que están colocadas por todos los rincones en la mayoría de ciudades chinas, el panóptico al estilo Gran Hermano, está tomando más fuerza y protagonismo.

Mientras tanto en algunos países latinoamericanos los gobiernos han utilizado una serie de controles poblacionales que van desde los más autoritarios como los toques de queda, hasta permitir la salida de personas en formas segregadas, es decir, algunos días pueden salir los hombres y otros días las mujeres o por el número con que el termina el documento de identificación las personas.
Todo lo anterior es bien recibido por la mayoría de las personas derivado que, al miedo que nos han inoculado constantemente en los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales también se dedican a hablar y replicar sobre el Covid19 en más del 90 por ciento de las publicaciones, escritos, columnas de opinión, etc. Esto provoca que, las personas estén bajo un constante ataque de baja intensidad y promueva el miedo y la desconfianza a la socialización. Constantemente están promoviendo en los medios el no saludarse de mano, evitar el contacto personal, prohibir las reuniones sociales, etc. Estas acciones que promueven el individualismo, son a todas luces, generadoras de miedo y desconfianza al otro, a la otra, puesto que, no sabemos si las personas están contagiadas y eso, provoca terror. Aunque sabemos que la tasa de muertes por Covid19 no supera a otras enfermedades con las cuales tenemos mucho más tiempo conviviendo, como la influenza estacional, entre otras. Claro está que, el Covid19 es una enfermedad nueva y la humanidad debe crear sus propios mecanismos de inmunidad y autodefensa, otro tópico es la vacuna que está en proceso en varios países del mundo, otro negocio.
El miedo a lo desconocido y a lo nuevo, es una latente humana, siempre ha estado ahí, pero el bombardeo mediático nos hace más dóciles, con mayor desconfianza a la otredad, nos anula una parte fundamental de la humanidad, la socialización la interacción humana.

¡El aire es mío!

Como bien indica Paúl B. Preciado el aire que se respira al utilizar una mascarillas o barbijo, será mío y sólo mío. Aumentado así, la individualidad, el egoísmo y la falta de empatía en momentos en los cuales, éstas características sociales humanas son más necesarias que nunca para sobrevivir como especie.
Sabemos y está más que documentado , como el neoliberalismo es la cúspide del individualismo, en términos de propiedad, elimina y/o sataniza a la propiedad colectiva y pública, pregona sobre la libertad individual a costa del despojo y la expoliación. Es por eso que, el aire mío, ese aire que respiro a través del protector, potencializará ese modelo individualista de consumo, de ver al mundo.

La anulación de la mitad del rostro.

La humanidad a lo largo de la historia ha necesitado de la socialización para su desarrollo, así como de herramientas natas y extrañas para llegar hasta donde nos encontramos, el lenguaje es por excelencia la simbiosis perfecta de los simbolismos que rodean y fortalecen a las personas y es acá en donde el rostro y sobre todo la boca, son parte fundamentales para la comunicación y por ende, para la socialización. Al cubrir o tapar nuestra boca, estamos anulando nuestra capacidad empática de comunicarnos con las demás personas, de ser expresivas con ellas, es decir, de sonreír o mostrar desaprobación (sacar la lengua en calidad de desprecio) o de enamorarnos (el enamoramiento que abarca desde el amor entre familiares, amistades o parejas sentimentales) a través del beso. Esto desde el plano individual, pero también desde lo social, porque históricamente el cubrir un rostro, parcial o totalmente, nos indica el anonimato, la nulidad de nuestra individualidad claro está, estrictamente desde la identidad.
Indudablemente, estamos ante una nueva etapa de control y dominio de la corporeidad desde lo privado en el hogar, hasta lo colectivo y lo público. Es decir al bombardearnos todo el tiempo con el mensaje de “quedarse en casa” nos está diciendo que el recinto privado del hogar es la seguridad/sanidad y lo público es decir, lo social es lo peligroso/infección, por eso la insistencia del distanciamiento social, para anular el rostro de las personas, la capacidad de reconocernos y articularnos para tejer colectividad, acá podríamos hablar de la dicotomía aséptico/sucio o casa/lugar público.

¿El nuevo orden…?

Es evidente que el mundo como lo conocíamos hace unos meses atrás, no será el mismo, a decir del historiador Eric Hobsbawm, pareciera que estamos iniciando el siglo XXI , para romper con ese postulado positivista de que los siglos y periodos históricos no necesariamente inician y terminan cada 100 años. Esa visión lineal y burguesa ha sido impuesta desde hace siglos por historiadores que mantienen el statu quo, para contar su versión de la historia, no la versión orgánica y crítica.

El libre albedrío es inherente a las personas, hará darnos cuenta de la manipulación masiva a la que estamos siendo sometidos, o quizá no y entonces será demasiado tarde y entraremos al nuevo orden mundial, el de la macrovigilancia, hiperconectividad desde casa (el lugar limpio y seguro, el lugar aséptico, para los que tienen casa y esos beneficios modernos) y el macromiedo (afuera, lo sucio e infectado el no lugar) el lugar peligroso, el desorden.