El trabajo infantil en ocasiones puede confundirse con las tareas y actividades que los niños, niñas y adolescentes realizan en el seno familiar, sin embargo, su participación en las tareas de la casa o en un negocio familiar no son consideradas como trabajo.

Experiencias de este tipo pueden encontrarse en cada rincón del país, una de ellas, es Feliza Marielos Seledón, quien recuerda que después de clases y en tiempos libres acompañaba a sus padres al negocio familia.

“En nuestros tiempos libres, después de la escuela, solíamos apoyar a nuestros papas, (…) alterno a eso yo siempre estudiaba, concluí mi primaria, mi diversificado y la universidad”, expresó.

Seledón, aprendió a confeccionar ropa para mujeres y hombres, al igual que sus cuatro hermanos, considera que esta actividad le ayudo a desarrollar otras habilidades, a parte, de la formación y aprendizajes que adquirió en la escuela y en la universidad.

Aunque, para Alberto Vásquez, de la Fundación Esperanza de los niños, existe una línea delgada entre el trabajo infantil y las tareas consideradas como formativas.

Todo lo que interrumpa sus estudios y afecte su salud es trabajo infantil, “en la sociedad guatemalteca estamos claros que niños y niñas no tienen que estar involucrados en una actividad laboral”, recalcó.

Agregó, que para disminuir y erradica el trabajo infantil, es importante que se impulsen programas que permitan a los adultos generar ingresos para las familias.

“Considero que antes que resolver esta situación dentro de la casa, es de resolver la situación con algún programa de formación o acceso a proyectos de desarrollo, con proyectos que permitan llevar ingresos a la familia para que las niñas y niños no tengan que salir a trabajar”, declaró.

Concluyó indicando que el Estado debe dar cumplimiento de la Hoja de Ruta para hacer de Guatemala un país libre de trabajo infantil y sus peores formas, ya que, en los últimos 20 años, los avances han sido pocos.

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