#Opinión | Kajkok Máximo Ba Tiul – Centro de Reflexiones Nim Poqom.

Este 8 de marzo se celebró en todo el mundo el día internacional de la mujer. Hasta en los rincones más lejanos del universo, las mujeres salieron a reclamar y demandar derechos. Derechos que fueron ganados a pulso y lucha. Como siempre hemos afirmado, que los derechos humanos de todos y todas, no han sido regalos de gobiernos o de Estado, su reconocimiento ha sido después de tiempos de derramamiento de sangre.

Pensar en eso, es importante. Porque es reconocer que hasta que no cambie de modelo, de sistema, las opresiones seguirán allí. El modelo patriarcal que oprime a hombres y mujeres, es una forma de poder que ha crecido y desarrollado desde el aparecimiento del hombre y fortalecido cuando se dividió el trabajo y los roles. De esa cuenta el patriarcado está totalmente unido al sistema económico y político de opresión, es decir al capitalismo y el neoliberalismo.

Al decir que el patriarcado también ha oprimido a los hombres, porque los hombres reprodujeron el modelo en sus cuerpos, en sus mentes, en sus corazones, en sus estómagos y por lo consiguiente en sus relaciones humanas, sociales, políticas y económicas. Desde el momento mismo, que se definieron los roles, también se hicieron como naturales, frases como estas: “este es el trabajo del hombre y este de la mujer”; “el hombre es el único que mantiene el hogar y la mujer solo recibe”. Con esta forma de vida y de pensamiento, el hombre es el actor que reproduce el modelo de opresión del Estado y lo lleva a su hogar, a la oficina, a la comunidad, a su trabajo y se constituye en todo poderoso.

En esta clave de ideas, la mujer durante la historia es quien recibe atravez del hombre; la opresión que emana del Estado. La callan, es quien obedece, es quien asume las consecuencias, es la mantenida, es quien al fin y al cabo, solo sirve para reproducir la vida, la cultura, la educación. Por eso, es que durante muchos años, se le consideraba como la única responsable de la educación y la transmisión de principios y valores a sus hijos o sus hermanos.

En este sentido, la movilización mundial de las mujeres del 8 de marzo, es fundamental, porque nos pone a pensar que estamos aún lejos de construir un nuevo mundo, en donde todos y todas vivamos en igualdad y complementariedad. Aunque la igualdad habrá que discutirla, porque cuando se pensó en la igualdad, en el siglo XVIII en Europa, se pensó como la idea de “eres igual si consumes y si te adaptas al sistema económico” y no más.

En cambio la complementariedad que nace de los pueblos originarios, es la idea que hombres y mujeres deben ser complementarios y no competidores. Con la complementariedad se reconoce que las personas a la vez que son singulares, son plurales y colectivas. En la complementariedad se reconoce que cada uno aporte para construir y caminar hacia un nuevo mundo y un nuevo sistema.

La igualdad es del mundo europeo, occidentalizado y la complementariedad de pueblos originarios. La igualdad reconoce superficialidades, en cambio la complementariedad reconoce lo profundo del ser. La igualdad, puede ser solo un maquillaje legal y jurídico, en cambio la complementariedad es social, político y comunitario. La igualdad nos lleva a la competencia y es desleal. En cambio la complementariedad nos conduce a la solidaridad, a luchar juntos y juntas, a sumar fuerzas. La complementariedad más que la igualdad, ayuda a destruir la raíz del patriarcado, de la colonización y de la opresión, que es al final el sistema mundo capitalista. La complementariedad nos puede llevar a pensar en un Estado diferente. La complementariedad es rebeldía y subversión.

Desde la idea de complementariedad, en este espacio quiero brindar un homenaje a tantas mujeres que lucharon no por la igualdad sino por la complementariedad. Sin saber que son los derechos humanos, construyeron respeto y reconocimiento. Recordar hoy, la lucha de las mujeres que junto a los hombres se opusieron a la invasión española, a la independencia, a la reforma liberal, a los autoritarismos y militarismos, a las dictaduras y ahora a la nueva colonización, es respetar esa lucha.

A estas mujeres que se hicieron pueblo y que lucharon con el pueblo: Ixmukane’, Kaja’ Palona’, Chomija’, Tz’ununija’, Kaqix-Aja’, Ixqiq, Ixchel, a las que fueron torturadas y asesinadas en Zaq Ulew, Gumarkaaj, Iximche’, Mixco Viejo, Chuitinamit, Kajyup, a quienes lucharon contra la independencia criolla, Manuela Sapon y María Guarchaj, a las mujeres que lucharon y murieron dando su vida en las fincas alemanas durante la reforma liberal. A quienes lucharon en contra del Estado militar y dictador; Mamá Maquin, Teresa Jul, Matilde Caal, y muchas más que derramaron su sangre por un nuevo país. A las mujeres que hoy están acompañando y se hacen uno con su pueblo en contra de los megas proyectos del modelo neoliberal.

Rindo igual homenaje a mis abuelas; Luisa Ba y Rosa Pacay, quienes nos dejaron muchos conocimientos, a mi madre: Carmen Tiul, que me enseñó las primeras palabras y los primeros pasos, un homenaje profundo a mi esposa Amalia, por su apoyo, su compañía, su tolerancia y sus consejos, a mis hijas Usi’j’ y Nikte’, por sus ideas, sus rebeldías, sus luchas y sus temores.

Para todas estas mujeres que nos han enseñado a ser pueblo. Porque solo siendo pueblo, alcanzaremos la construcción de un nuevo país, un nuevo Estado.