#Opinión | Kajkoj Máximo Bá Tiul – Centro de Reflexiones Nim Poqom

El ser humano siempre se ha hecho estas preguntas. ¿Quién soy?. ¿Cómo soy?. ¿Hacia dónde voy?. Las reflexiones sobre la vida y la muerte, han sido fundamentales para el ser humano. Sobre la vida o sobre su origen, existen respuestas científicas; pero sobre la muerte, muchas respuestas religiosas, que al enfrentarse a ella, solo le ha traído complicaciones. Como dice Morín: “La muerte introduce la ruptura más radical y definitiva entre el hombre y el animal […] la magia, la brujería, el espiritismo, los chamanes, las creencias en la otra vida, en la resurrección, en la inmortalidad, nacen del intento humano de resolver el problema de la muerte”. Todas las culturas, le han querido dar respuesta, pero todos se topan con la idea de no saber exactamente donde nos vamos después de la muerte. Es el tiempo límite, según los existencialistas.

Ante la pandemia, sin importar la condición de clase, de etnia, de género, etc., el miedo está merodeando todas nuestras actividades. Es el miedo a la muerte. Es el miedo que da la incertidumbre sobre lo que pasará mañana. Claro, porque no hay nada seguro, nada es confiable, ni sabemos si la cuarentena mitigará en algo la situación, porque lo que podemos asegurar es que esta pandemia le quedó como anillo al dedo a los grupos de poder, que en países como los nuestros siguen haciendo de las suyas. Buscando la forma de obtener la mejor ganancia de esto.

Este miedo, que puede reproducirse y desarrollarse después de la cuarenta, al no tomar en cuenta lo que está sucediendo afuera de nuestras casas o nuestros pueblos. Al no comprender que lo que hacen los políticos y ricos, es obtener la máxima plusvalía de esto. El miedo puede darle paso a otro modelo de autoritarismo, dirigido por militares, policías nacionales, policías de tránsito. Un modelo autoritario que estará dirigido por políticos corruptos, como los que han estado aprobando decretos para endeudar más al país. El miedo y encerrados nos puede llevar a pensar que allá afuera los políticos y los ricos están haciendo todo para el bien de nosotros.

El miedo por la pandemia, puede llevarnos a depositar nuestra confianza en burgueses y oligarcas, que no tienen ningún escrúpulo para convencernos que lo que hay que hacer es dirigir todo el esfuerzo para que lo económico no caiga y al contagio darle un tratamiento casi periférico, sin mayor impulso. Porque tenemos miedo, los políticos corruptos, nos convencen que debemos de endeudarnos más, siguiendo el libreto del Chacal del Norte; “Trump” y del grupo de Lima, bajo los cánones del neoliberalismo, diseñados por Friedman y los Chicago Boys, a mediados del siglo pasado.

Para salir del miedo a la muerte y no nos atemorice, debemos pensarla como la vida profunda, la vida permanente. La cuarentena, debe llevarnos a pensar en la vida plena. Esa vida que se manifiesta en la justicia social. Una vida que dará su brillo y su resplandor en el hombre y en la mujer nueva que saldrá después de esta crisis. Es el hombre y la mujer nueva que viene con propuestas revolucionarias, para dejar de ser un pueblo sumiso y obediente y construirse como beligerante y rebelde.

Si de esta crisis, no salimos con esa propuesta revolucionaria profunda, para enfrentar lo que quedará del capitalismo y destruirlo totalmente, entonces la cuarentena y el aislamiento social, no sirvió más que para huirle a la muerte y no vivir la vida. Porque la vida, se vive haciendo cambios desde lo individual a lo colectivo.

Hoy nos quieren mover como monigotes o títeres que nos mueven por todos lados. No nos dicen la verdad sobre la situación. No hay datos claros ni confiables. Lo que si podemos medir, es el proceso de militarización de nuestras sociedades. Vemos más policías y militares, que doctores y enfermeras. Vemos más balas y pólvora, que medicinas, guantes, mascarillas, respiradores. Vemos más engaños y regaños, que comida en las casas de la gente. En la calles vemos más prepotencia de los políticos y poco humanismo para tratar la situación.

Como si la felicidad y la salud es estar lleno de plata. Los ricos y los corruptos hacen de las suyas, haciendo de nosotros una sociedad infeliz y temerosa. Los ricos y los corruptos, están más preocupados por sus intereses que por el bien común. Como dice Bauman, “nuestra sociedad es más voluble, flexible e indiferente”. La solidaridad que decimos sentir, es un solidaridad egoísta. No sabemos y ni queremos saber que le pasa al vecino, si vive o ya murió. Es una solidaridad para que yo esté bien y no el Otro. Es una solidaridad para el diario no para la permanencia. Una solidaridad para la acumulación.

Este encierro, nos debe llevar a pensar que nuestro compromiso es con todos, sobre todo con los más pobres y humildes. Es un tiempo para pensar en una nueva forma de lealtad, una nueva ética política y una nueva ética humana. Pensar en las nuevas relaciones humanas que destruyan el sistema que nos ha llevado hasta aquí. Debe ser relaciones humanas llenas de co-laborar y co-munizar. Así el encierro, no es encierro como tal, son espacios de reflexión sobre lo que fuimos, lo que queremos ser y lo que debemos hacer.

Los muertos de hoy, son como los muertos de ayer. Son los muertos del sistema. Son los muertos de la ambición, de la corrupción y de la avaricia. Los muertos de la pandemia, son los muertos de malos políticos que junto a los burgueses y oligarcas nos quitaron el derecho de soñar y hablar de la vida. Por eso, no es la pandemia la que mata, es el sistema corrupto y putrefacto. Sobre eso, hay que pensar desde nuestros lugares donde estamos pasando esta cuarentena.

Nuestra solidaridad con el pueblo de Patzum y con todos los pueblos de Nuestra América, que hoy como todos, están sufriendo los embates de una enfermedad provocada por la ambición desmedida del capitalismo, al dejarnos indefensos y sin armas para enfrentarla.

Por último nuestra solidaridad con la Comunidad de Washington, que fue desalojada ilegalmente por Byron Thomae.