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Pablo Sigüenza Ramírez.

La mayoría de personas de otros países que llegan a Guatemala por visita, por trabajo o por negocios, o las hermanas y hermanos centroamericanos que han pasado por acá en su camino de migrantes hacia México y Estados Unidos tiene un opinión muy positiva de la gente de nuestro país. “La gente de Guatemala es tan linda, es tan cálida y tan amable” dicen repetidamente. Y es cierto, la visión del mundo que hemos tenido nos permite ser amables, ser cordiales, vivir con tranquilidad y con alegría. Sin embargo pese a ser un conjunto de pueblos cordiales y amables, el conjunto de políticas que los gobiernos han ejecutado a través de la historia nos he llevado a que la mayoría de la misma gente amable sufra condiciones de vida deplorables, difíciles, poco dignas.

Por ejemplo, el  departamento de Sololá, con sus hermosos pueblos k’iche’s, kakchiqueles y tzutujiles, con el hermosos lago de Atitlán y sus altos volcanes, con tanta artesanía, tanto turismo, tanto color, a pesar de todo eso, el departamento y su población sufre un alto nivel de desnutrición crónica infantil. Sesenta y seis niños y niñas de cada cien, tienen bajo peso y baja talla por la falta de alimentación adecuada. Este es un dato desastroso, más de la mitad de los niños de Sololá pasan hambre, comen de manera insuficiente, están desnutridos. Más de la mitad de la población  que será adulta en unos veinte años no habrá desarrollado en esta niñez todas sus capacidades físicas y mentales.

El dato a nivel nacional es de 49% de desnutrición crónica infantil.  En otros departamentos la situación es parecida que en Sololá. En el departamento de Totonicapán un 70 por ciento de los niños y niñas tiene esa condición; en Quiché, 69 por ciento; en Huehuetenango, 68 por ciento; en Chimaltenango 56 por ciento; en Chiquimula con todo y la basílica de Esquipulas el porcentaje se mantiene en 56; en San Marcos 55 por ciento; y Jalapa 54 por ciento. Aún en la metrópoli, la moderna ciudad de Guatemala con sus centros comerciales, sus helicópteros privados, sus 90 restaurantes McDonald’s y sus cientos de agencias bancarias, 25 de cada 100 niños y niñas sufren de desnutrición crónica.

¿No les parece a ustedes demasiado malo, demasiado grande el desastre? Por supuesto que es un desastre enorme. Pero a los gobernantes y a los sectores de poder económico y político no les interesa la gente, les interesan los negocios. Poe eso las políticas públicas para enfrentar la desnutrición en el país, no son reales. Por eso el famoso Pacto Hambre Cero fue un fracaso.

Parte fundamental del problema es  la falta de acceso a al tierra para producir. Los campesinos y campesinas que si trabajamos la tierra tenemos poca o no tenemos y tenemos que pagar grandes alquileres o simplemente vender nuestro trabajo como jornaleros mal pagados. Si no fuera por el maíz y nuestra costumbre de producir todos los años este bendito cultivo, la situación sería peor. Ixim Ulew, significa tierra de maíz, ese maíz que sigue siendo nuestro salvavidas literalmente.

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