Una explanada irregular en la Aldea Jalavitz, hoy un potrero, fue el único lugar donde desplazados forzados pudieron enterrar, entre la clandestinidad, a familiares que por frío o hambre perdieron la vida durante el conflicto armado interno.

Bajo el control y seguimiento continuo de los destacamentos de Salquil Grande y Tzalbal, los pobladores de aquella región huyeron hacia las montañas y barrancos, cuidándose de no ser vistos y atacados por miembros del ejército, sin embargo fueron decenas los que no sobrevivieron.

A más de 30 años de aquellos sucesos, se espera la recuperación de al menos 17 víctimas mortales de aquel tipo de vejamen. Los trabajos de exhumación son coordinados por la Asociación Comunitaria Organizada de la Población Desarraigada de la Región Ixil, el Equipo Forense Interdisciplinario y el apoyo del Comité Internacional de la Cruz Roja.