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#Opinión – Kajkoj Máximo Ba Tiul – Centro de Reflexiones Nim Poqom

“Xavier Zubiri afirma que el hombre se caracteriza ante todo por su capacidad de experimentar la realidad que lo rodea, más que por su racionalidad […] para el hombre la realidad no es otra cosa que el modo como se le presentan las cosas en el acto mismo de aprehenderlas […] La realidad es siempre “más” que cualquier cosa en concreto y se presenta como el horizonte último que fundamenta a la persona y la obliga a realizarse”.

En este juego de ideas, el caso Molina Theissen, con el que nos despertamos el día de hoy/ayer, en donde fueron declarados culpables los militares Hugo Zaldaña, Manuel Callejas, Luis Gordillo y Benedicto Lucas y absuelto Edilberto Letona. Todos militares del Ejército de Guatemala, quienes en su calidad de jefes de la institución armada, coordinaron y toleraron acciones antijurídicas en contra de Emma Guadalupe Molina Theissen, al haber sido violada constantemente por miembros del ejército, fugándose posteriormente de sus captores.

Pero con el afán de quebrantar la vida y la integridad de la familia, secuestran y desaparecen a Marco Antonio Molina Theissen, de quien hasta el momento no se sabe de su paradero y por quien se deja abierto el seguimiento de la investigación.

Todas estas acciones, están enmarcadas bajo una política represiva, que según el juzgador, fue denominada “enemigo interno”, que buscaba eliminar a quienes “supuestamente”, fueran simpatizantes o militantes del movimiento guerrillero, olvidando la categoría de población civil no combatiente y por lo tanto afectaron los derechos de la humanidad y la libertad de las víctimas.

Estos hechos responden, según el juzgador, a una política represiva de violación de derechos humanos civiles y agregaríamos politicos, porque sospechaban de ser colaboradores y que apoyaban a miembros de la guerrilla. Cuando, por el puesto que tienen en la institución armada, deberían de ser los garantes de la vida y se convirtieron en violadores de la vida e instalaron un sistema de inteligencia ilegal, clandestino y secreto, y en su defecto podemos decir, salvaje y asesino.

Aunque es importante conocer los años de cárcel impuesto a una persona sentenciada, así como saber porque delitos se le sentencia. Creo que la idea fundamental, que se puede rescatar de este caso es que es el mismo Estado contrainsurgente, instrumento utilizado por los grupos de poder para romper con la dignidad de la persona, quien ahora utiliza las leyes para juzgarlos y aun así no están de acuerdo.

Es este paquete de instrumentos jurídicos; nacionales e internacionales, que han ayudado a explicar, que estos actos para todos son repugnantes y que “ofende a todos los seres humanos, por lo que no debe quedar en la impunidad […]“reclamar que no hubo guerra interna sino un “enfrentamiento entre guerrilla y ejército, es un argumento insostenible, pues se involucró a la población civil, para luego atacarla sin misericordia, como lo hicieron”.

Lo importante de estos casos que se ventilan en los tribunales guatemaltecos, relacionados a crímenes de la última guerra, como: Genocidio Ixil, Las Dos Erres, Rïo Negro, Sepur Zarco, Molina Theissen, CREOMPAZ y otros que podrían conocerse, fueron causados por una institución del Estado, que debería de dar seguridad a la población y respetar los derechos fundamentales de los mismos, sobre todo, porque durante muchos años, el mismo Estado había hablado ya de derechos para todos.

Es allí en donde dónde está la limitación del concepto humano de las leyes occidentales. Por eso, en casos como estos, no debe de limitarse la sentencia por delitos que afectan a la humanidad. Porque destruyeron la dignidad de la persona, que desde el pensamiento maya, sería romper con el “winaqiil” de todos los seres vivos de este país. El winaqiil de los pueblos. De la comunidad. De la sociedad. De la familia. De la montaña. Del valle.

Al destruir y ensañarse en contra de todo el pueblo guatemalteco, lograron infundir miedo y terror y con ello rompieron nuestra sombra. Li q’a muel dicen los Q’eqchi’. Qa’ uxlab’ dicen los Poqomchi. Es esa sombra que nos envuelve y nos hace ser lo que somos. Es decir, nos que hace ser “Winaq’”, que va mucho más allá de lo humano o del humanismo occidental.

Por eso, son importantes, aunque dolorosas, las palabras que utiliza Emma, al dar su testimonio: “A los acusados les devuelvo la vergüenza, les devuelvo el terror. Los dejo con su odio porque se necesita mucho odio para hacer lo que nos hicieron”.

Nuestros abuelos y abuelas, nos enseñaron que la vergüenza o el kixb’al (K’iche’), kixwilal (Poqomchi), Xutan (Q’eqchi), es un norma de corrección. Y que la única forma de salir de ella, era la reparación total de todo lo dañado. En sentido “devolverle la vergüenza”, es como decirles, “ustedes militares, son la peor vergüenza que ha tenido el país”. La vergüenza es mucho más dura, que decirles criminales o los años de cárcel.

Porqué, por todos lados y en cualquier momento de la historia los conoceremos como los peores asesinos que haya tenido este país.